Tan importante es celebrar nuestros aciertos como ser conscientes de nuestros fallos para aprender de ellos y no volver a repetirlos. Esto sirve para todo en la vida, pero más cuando emprendemos una nueva actividad. Porque sí, todos los que escribimos, absolutamente todos, hemos tenido algo en común: alguna vez hemos puesto la primera palabra de una historia. Y salvo que alguien diga lo contrario, todos somos humanos y seguro que hemos cometido errores de bulto cuando empezamos.
Por mi faceta de lectora profesional, desde el año 2006 he leído cientos de manuscritos de novelas primerizas para editoriales, agencias literarias o autores particulares y en muchos de ellos he detectado una serie de puntos débiles que se pueden subsanar. En este post te quiero compartir los cinco errores más comunes al escribir una novela por primera vez.
Pero hay más de cinco, en concreto tengo una guía donde he recogido las once claves para corregir estos puntos débiles. Te puedes descargar el mega ebook aquí, es gratis.
Y ahora sí, vamos con el detalle de los cinco errores más frecuentes de las novelas primerizas para que puedas detectarlos antes de enviar tu manuscrito a editoriales o agencias literarias.
1. La falta de tema o cómo dejarse llevar por la primera idea sin pensar
Nos levantamos una mañana y hemos tenido una idea genial que va a revolucionar la literatura de este siglo, un argumento que jamás nadie ha contado ¿?, un personaje increíble… y nos ponemos a escribir sin pensar en nada más. Antes de ponerte a escribir sin sentido y quedarte atascado en la página diez, por ejemplo, planifica y organiza de forma mínima lo que vas a contar y qué quieres transmitirle al lector.
Este me parece uno de los puntos más esencial de cualquier historia porque está relacionado con el tema de la narración. El tema es el foco principal al que se dirige la novela. Respondería a la pregunta ¿de qué va esta historia?, ¿qué quiere contar este relato? Sirve también para definir el género en el que se enmarca. Es conveniente que haya un único tema principal aunque puede haber temas secundarios.
Muchas veces me encuentro con novelas que van dando bandazos entre un tema y otro. ¿Es una novela de investigación en la que se resuelve un misterio? ¿Se trata de una historia sobre una ciudad? ¿O de relato sobre un hombre en plena crisis sentimental?
En ocasiones, la mezcla de varias historias que compiten en importancia hacen que el relato vaya dando tumbos. Unas veces “juega” a una cosa y otras veces a otra, pero no hay un equilibrio. Parece como si el autor estuviera en una partida de póker y al mismo tiempo en una de parchís con las mismas reglas.
Al comienzo de mis clases de novela, hacemos ejercicios para focalizar el tema como por ejemplo, hacer un listado de diez temas muy muy concretos que se quieran tratar. Y también les pido a los alumnos que hagan una sinopsis de la historia que van a contar. Se trata de sintetizar el tema y los subtemas para ayudarte a poner foco y no andarte por las ramas. ¡Ojo, no es lo mismo tema que argumento! Más abajo en el contenido relacionado tienes el enlace a un post sobre este asunto.
2. Las historias personales (o las de algún familiar) hay que ficcionarlas
«Tengo una historia personal…mi vida sí que da para una novela…mi madre tuvo una infancia que ni la de Oliver Twist…» Estos comentarios los escucho mucho en los escritores principiantes. Si bien, es un buen punto de partida comenzar a narrarnos a nosotros mismos, a contar nuestras vivencias, todo ese material personal (recuerdos, infancia, sueños, anécdotas…) hay que pasarlo por el tamiz de la ficción y convertirlas en historias universales que interesen al resto de los lectores y no solo a ti o a tu familia.
Este punto tiene mucho que ver con la verosimilitud y credibilidad. Cuando un escritor cuenta una historia, está creando un pacto con el lector. Y si ese pacto se rompe, toda la ficción se viene abajo. Esto nos lleva a otra problemática de los borradores de novela que leo: la vida de uno mismo no es ficción; en cambio, la ficción sí es una recreación de la vida, un material veraz que tiene que convertirse en universal, en literario.
La vida real está plagada de coincidencias asombrosas y las aceptamos sin reservas. Como por ejemplo cuando hace mucho tiempo que no ves a una persona, de pronto te acuerdas de ella por alguna razón y ¡casualmente! te la encuentras en el autobús al día siguiente. Estas coincidencias pasan y punto. Pero en la ficción el escritor tiene que crear esta verosimilitud en el mundo que está fabricando. Pueden ocurrir las cosas más asombrosas, pero tienen que estar justificadas.
Uno de los errores que cometemos cuando empezamos a escribir es pensar que el lector se va a creer lo que le contemos porque así ocurrió en la realidad y son los hechos fidedignos. Todo lo contrario, la realidad supera la ficción pero esto no es literatura. Hay que dar sensación de credibilidad pero sin caer en lo real.
3. Excesiva documentación y número de páginas
Este error tiene también relación con la verosimilitud y la credibilidad del punto anterior. Si queremos ser demasiado fidedignos a la realidad y metemos mucha documentación en nuestra novela, corremos el riesgo de abrumar al lector con detalles sin importancia. Demasiado dato se «come» la narración, ralentiza la acción y es el enemigo number one de la tensión y la intriga.
Si te entretienes a cada momento en descripciones sin relevancia o conversaciones banales para incluir toda la información que has obtenido en tu proceso de documentación, lo más probable es que el lector se aburra y se salte páginas de tu novela buscando la acción.
La documentación debe ser la mínima posible y tiene que estar bien imbricada en la vida y los diálogos de los personajes. No la sueltes toda en párrafos descriptivos.
También puede ser que te pares demasiado a explicar un sueño de un personaje, o intentes darle una coherencia y una lógica. O a lo mejor te estés metiendo demasiado en el pensamiento de tus personajes o en su pasado sin relevancia. Cuidado con esto también.
4. Maniqueísmo de los personajes, el bien y el mal absoluto
Otro de los errores que he detectado en las novelas primerizas está relacionado con los protagonistas de la historia. La principal debilidad que encuentro en los personajes es que suelen ser planos y sin profundidad. Estereotipos faltos de vida que caen en lugares comunes. Damos por hecho que una portera, una prostituta, un banquero, una bailarina, un empresario… se comportará de una manera determinada solo por la «etiqueta» que llevan. Pero los humanos somos algo más.
En la vida real no hay buenos buenísimos ni malos malísimos. Las personas somos una gama de grises infinita. Y los personajes deben destilar esa humanidad, esa forma errática y en ocasiones impredecible de actuar que da profundidad y redondez a su carácter. Está claro que Madame Bovary solo hay una, pero si la protagonista de tu historia es tan previsible que el lector se adelanta a sus pasos, no será memorable, que al final es lo que importa para empatizar con ella.
No se trata de una lucha entre el bien y el mal, sino de un conflicto de intereses entre personajes antagónicos. Los personajes tienen que tener sus virtudes y defectos, destilando siempre verosimilitud y credibilidad como el resto de la historia.
5. Utilización de un lenguaje rebuscado y abuso de adjetivos/adverbios
No sé de dónde surge la idea de que cuanto más retorcido y críptico es el lenguaje, más se parece a la buena literatura. Todo lo contrario. Los relatos y novelas que enganchan son aquellos que se leen con fluidez, que transmiten emociones con las palabras justas. Te aseguro que es más complicado escribir un texto que en apariencia puede parecer sencillo. Deja el lenguaje enrevesado para los contratos jurídicos y su dichosa letra pequeña ininteligible.
Relacionado con esto también, cuando empezamos a escribir, creemos que los adjetivos y los adverbios son «preciosos», que adornan y embellecen la literatura. Y no están mal de vez en cuando, como el azúcar. Pero donde esté un buen sustantivo o un verbo conciso colocado de forma estratégica, que se quiten los adjetivos. Intenta no abusar de ellos, recargan el texto y no aportan gran cosa.
Ahora dale al play si quieres saber más sobre los errores más frecuentes de las novelas primerizas. Y déjame un comentario aquí o en mi canal de YouTube si tienes alguna duda o consulta.
Espero que este vídeo te sirva de utilidad y muchísimas gracias por verlo.
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2 responses on "Errores más frecuentes de las novelas primerizas"
En primer lugar, felices fiestas, Nuria y lectores:
Muy interesante. Me identifico con alguno de esos errores, sobre todo el de los personajes, pero quizás habría que tratar de forma monográfica lo de “excesiva documentación”, porque no tengo claro cuándo es excesiva y quizás dependa de gustos. Siendo indiscutible que ralentizan la acción, no necesariamente es malo. Voy a poner algunos ejemplos:
– En El Nombre de la Rosa hay algunos diálogos entre Guillermo de Baskerville y Adso de Melk que no sirven para avanzar la acción porque no guardan relación con el tema principal, sino que aportan erudición. A mí me encantaron y creo que ese libro gusta a mucha gente.
– En Yo Julia, hay un capítulo en el que un padre y un hijo conversan sobre las relaciones de pareja que han tenido todos los emperadores de Roma desde Augusto hasta Septimio Severo y no hace avanzar la acción.
– Si nos salimos de la novela histórica, algunos autores barren para casa y, además de contar una historia, dan abundantes descripciones del lugar en el que transcurre la acción, quizás con la intención de que los lectores quieran visitarlos. Algunos ejemplos son La Sustancia del Mal con Bolzano, la trilogía del Baztán con Elizondo, El Silencio de la Ciudad Blanca con Vitoria, etc.
– Mi amigo Miguel Izu, que quedó una vez segundo en el Premio Lara con El Crimen del Sistema Métrico Decimal y escribe novelas policiacas, busca entretener y divulgar. En la novela que he citado da bastante información sobre la España de Bravo Murillo y, en La Habitación de Vanderford, que trata sobre un crimen en víspera de San Fermín, da muchos datos sobre la relación de Hemingway con Pamplona. Parece que la trama policiaca se la inventó como excusa para hablar de ese tema.
Puede que haya muchos lectores que quieran libros llenos de acción, pero también somos muchos a los que nos gusta alguna interrupción en la acción y aprender algo leyendo. Como digo, quizás lo de la “excesiva información” se merezca un post por sí solo. Quizás la clave -hablo como lector, siendo consciente de que sobre gustos no hay nada escrito- no está en la cantidad de información, sino si se transmite de forma amena (p. ej. un diálogo entre los personajes o una descripción de pocas líneas) o aburrida.
Un saludo cordial,
¡Muchas gracias por tu comentario y por los ejemplos, Xabier! Sí, creo que todo depende del gusto de cada lector. A mí algunos de los libros que has citado me parecieron excesivos en descripción. Pero yo busco en la literatura otro tipo de experiencia. Por eso hay infinidad de géneros, autores y formas de interpretar la literatura, en la que no hay fórmulas mágicas. ¡Mil gracias y feliz 2023!