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Cinco puntos débiles de los borradores de libros [Segunda Parte]

Hace dos semanas publiqué un artículo sobre los cinco puntos débiles que tenían la mayoría de los borradores de libros de ficción que he leído en mi vida. Al lanzarlo me pareció un post bastante sencillo, y pensé, a quién le va a interesar esto. Pero cuál sería mi sorpresa cuando vi el número de veces que se ha compartido y empecé a leer vuestros comentarios. Así que nunca podemos dar nada por supuesto. En vista de la buena acogida, aquí va la segunda parte, las otras cinco flaquezas de la mayoría de los manuscritos que leo. ¡¡Y son unos cuantos!! Espero que resulte al menos igual de útil y leída que la primera. Porque segundas partes también pueden ser excelentes, aunque ahora no se me ocurre ninguna.

– Comienzo. ¿Cuándo empieza una historia? Hay tantas maneras de comenzar una novela que daría para una tesis. Pero lo más importante (y la única regla, si es que existe alguna) es que la frase inicial agarre al lector por el cuello y le obligue literalmente a traspasar el umbral de la primera página. Pero también asegúrate de que no empiezas demasiado en “alto” la historia y que luego no puedas mantener ese nivel porque así se frustran las expectativas del lector. Se puede comenzar con una larga descripción, la de un paisaje natural o urbano (como hace Chéjov), con una conversación, con una autopresentación del narrador (como en “Moby Dick”), con una reflexión filosófica o con un marco histórico para contextualizar el relato. Uno de mis comienzos clásicos favoritos es el de “Historia de dos ciudades” de Charles Dickens:

«Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo poseíamos, pero no teníamos nada; caminábamos en derechura al cielo y nos extraviábamos por el camino opuesto. En una palabra, aquella época era tan parecida a la actual, que nuestras más notables autoridades insisten en que, tanto en lo que se refiere al bien como al mal, solo es aceptable la comparación en grado superlativo».

– Final. Tanto el principio como el final de una novela, tienen que estar íntimamente ligados y ser coherentes con toda la estructura del relato. Pero como en los comienzos, no hay demasiadas reglas y si las hay, están para saltárselas. Si bien, este punto de la estructura no lo voy a tratar en este post porque se haría eterno, sí os contaré que Hemingway fue el primer autor que se cargó de un plumazo el primer acto de la estructura clásica: ya sabéis, planteamiento, nudo y desenlace de toda la vida. Él decidió que ya teníamos suficiente información en nuestro imaginario colectivo como para saltarnos los comienzos. Pero unas décadas antes, A. Chéjov ya había destrozado el tercer acto, es decir, el final de la historia. El autor ruso creía que hay conflictos que no se pueden resolver. Hay cosas que pasan en la literatura pero no en la vida, porque la vida siempre sigue. Más tarde, desde Salinger y sobre todo desde Carver, la estructura se desbarata y ya no hay ni principio ni final. Hay un momento epifánico en el que los personajes entienden algo (se hace luz sobre un conocimiento que estaba oculto) pero no se resuelve nada. La vida continúa y por tanto los finales deben ser abiertos. Yo no me creo los finales que cierran demasiado. Como lectora, no me dejan margen a la imaginación. Uno de mis “The End” favoritos (aunque está bastante cerrado) es el de “El gran Gatsby” de F. Scott Fitzgerald: [SPOILER]

«Había recorrido un largo camino para llegar a este verde césped, y su sueño debió de parecerle tan próximo que no le sería imposible lograrlo. No sabía ya que estaba detrás de él en alguna parte de aquella vasta oscuridad, más allá de la ciudad, donde los oscuros campos se desplegaban bajo las sombras de la noche. Gatsby creía en la luz verde, el orgiástico futuro que, año tras año, aparece ante nosotros…Nos esquiva, pero no importa; mañana correremos más de prisa, abriremos los brazos, y…un buen día…Y así vamos adelante, botes que reman contra la corriente, incesantemente arrastrados hacia el pasado».

[Un inciso: si te interesa el tema de la estructura de las obras de ficción, te recomiendo que escuches esta charla del escritor argentino Federico Falco. A partir del minuto 24 habla sobre comienzos y finales, aunque todo el podcast merece muchísimo la pena.]

– Tiempo. También muy relacionado con la estructura, está el punto del tiempo interno de la narración. Lo más sencillo es contar una historia en el orden cronológico en el que se sucedieron los acontecimientos. Pero es aburrida hoy en día. Estamos bastante cansados de consumir historias sobre todo en el formato cinematográfico. Los cambios temporales le dan frescura y dinamismo a los textos: los retrocesos temporales o flashback; la visión anticipada de lo que va a ocurrir en el futuro o flashforward; las estructuras fragmentadas que van dando saltos en el pasado y en el futuro y que hay que reconstruir una vez acabada la historia como Pulp Fiction… Una de mis estructuras favoritas, sobre todo para construir relato corto, es in media res, es decir, comenzar en medio de la historia, cuando ya han sucedido muchas cosas, e ir retrocediendo y avanzando hasta superar de nuevo el comienzo y poner el punto y final. Así es como empiezan la mayoría de los capítulos de las series actuales de televisión. No te limites a contar linealmente de un punto A a uno B, juega con los cambios temporales. Tendrás que construir primero la historia de forma lineal y luego ir cortándola para introducir los saltos.

– Ambientación. Toda historia sucede en un espacio. Las largas descripciones estaban fantásticas en el siglo XIX, antes del cine y de la televisión. Pero ahora tenemos otra forma de leer, más rápida y apresurada, donde la acción prima sobre la descripción. A mi me encanta leer clásicos; eso sí, lo hago en vacaciones cuando tengo más tiempo. El resto del año prefiero textos que fluyan. Eso no significa que no haya descripciones, pero estas tienen que hacerse con cuatro pinceladas, sin demorarse en los detalles. En el siglo XXI donde todo es visual y estamos aburridos de consumir imágenes en internet, tenemos suficiente información en la cabeza sobre ciudades y lugares de todo el planeta. Es difícil que una descripción de ambiente no caiga en el costumbrismo. Lo que sí sigue siendo interesante es el recurso de los fenómenos meteorológicos, tanto para marcar el paso del tiempo en la historia (las estaciones del año) como para mostrar los estados anímicos o como síntoma metafórico de las vidas interiores de los personajes: nevadas, tempestades en el mar, lluvia de ceniza, calor que derrite a los pájaros… Pero de nuevo, sin caer en la descripción demasiado pormenorizada y sobre adjetivada. Estoy pensando en <<Afuera está la primera inmunda>> de Silvina Ocampo, <<Un tiempo implacable de noviembre>> de “Casa desolada” (Dickens) o <> de “La máquina del Tiempo” (H.G. Wells)

– Tema. Lo he puesto en último lugar pero me parece el punto más esencial de cualquier historia. El tema es el foco principal al que se dirige la novela. Respondería a la pregunta ¿de qué va esta historia?, ¿qué quiere contar este relato? Sirve también para definir el género en el que se enmarca. Es conveniente que haya un único tema principal aunque puede haber temas secundarios. Muchas veces me encuentro con novelas que van dando bandazos entre un tema y otro. ¿Es una novela de investigación en la que se resuelve un misterio? ¿Es una historia sobre una ciudad? ¿Es un relato sobre un hombre en plena crisis sentimental? En ocasiones, la mezcla de varias historias que compiten en importancia hacen que el relato vaya dando tumbos. Unas veces “juega” a una cosa y otras veces a otra, pero no hay un equilibrio. Parece como si el autor estuviera en una partida de póker y al mismo tiempo en una de parchís con las mismas reglas. Habría que tomar una decisión: ¿cuál de todas las historias es la principal? Y seguir el hilo de la trama desde el principio hasta el final, intercalando las tramas secundarias.

Comentaba en el artículo anterior sobre los personajes, la acción y la tensión, la credibilidad, el narrador y el estilo. Son puntos tan importantes como los anteriores. Si bien, no flojean todos a la vez, es cierto que si uno falla, hace que el resto pierda fuerza. Lo mejor es que haya un equilibrio entre todos los pilares de la historia, ya sea una novela o un libro de relatos.

 

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4 responses on "Cinco puntos débiles de los borradores de libros [Segunda Parte]"

  1. Me ha parecido súper interesante. El tema es el peor dilema al que te enfrentas al escribir un texto. Siempre hay que elegir. Yo procuro pensar que ya habrá otra historia y otro texto donde desarrollar los temas descartados. Y lo difícil que es no perderse por derroteros y caminos secundarios…

    • ¡Hola María! Gracias por leerlo y comentarlo. Sí que es complicado, tenemos tantas cosas que contar que nos gustaría escribirlas todas juntas. Pero para eso están las segundas, terceras e incluso cuartas partes 🙂

  2. Todo lo que dices tiene gran sentido. No soy un lector versado, pero cuando tomo un libro para leerlo, y el título me atrae, puedo darme cuenta en las primeras hojas de la diferencia sustancial que existe entre un libro que llama tu atención y otro aburrido que terminas dejando de lado, independientemente de tus gustos y del tema tratado. Muchas gracias.

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