¿Qué harías si tuvieras todo el dinero y la libertad para disfrutar de tu tiempo? Yo lo tengo claro: viajar, leer y escribir. Aunque lucho contra mi “respeto” a volar desde unas turbulencias titánicas en un viaje a Grecia, me encanta conocer otros países. Sí, a veces voy agarrada al reposabrazos del asiento como si eso me fuera a salvar la vida, pero el placer que me produce patear otras ciudades, probar platos diferentes o ver cómo se vive el día a día en lugares distintos, vence a mi miedo. Viajo con menos frecuencia de lo que me gustaría, aunque parezca lo contrario en mis redes sociales, que magnifican cualquier detalle. Hace poco, un contacto de Facebook me escribió: tú que siempre estás viajando, ¿por qué no abres un blog de viajes? Quién sabe…en alguna otra vida… Pero sí me dio una idea, ¿qué tiene que ver la escritura con los viajes? T-O-D-O
Género y estructura
Está claro que la literatura de viajes es un género bien potente y en esto los americanos son los reyes (Jack Kerouac, Patricia Highsmith, John Steinbeck…) que luego transforman en esas road movies que tenemos todos en mente. El viaje es siempre movimiento y permite que la acción se desarrolle con una fluidez natural. También sirve como recurso estructural para una novela, es decir, de andamiaje para la trama: un personaje tiene que ir de un punto A a uno B, tendrá que pasar por una serie de dificultades y peligros que le conducirán a una “batalla final” en la que resultará ganador o perdedor, pero en cualquier caso, se habrá convertido en otra persona diferente. Este esquema anterior muy reducido, es lo que se conoce como “viaje del héroe”. En esta entrada de la wikipedia está perfectamente explicado este mito único que es la base del 90% de las historias desde las leyendas griegas o bíblicas hasta “La Guerra de las Galaxias”. Es una forma universal y épica de contar un relato que entronca con nuestras experiencias más ancestrales. ¿Quién no se ve reflejado en ese héroe que sufre tantas dificultades hasta conseguir su objetivo?
Después de un buen viaje no regresamos a nuestra casa siendo los mismos. De igual manera, después de leer un buen libro también deberíamos ser diferentes, deberíamos haber cambiado nuestra forma de pensar. “Un libro debe ser el hacha que rompa el mar helado dentro de nosotros”, decía Kafka. El viaje representa, por tanto, un proceso de cambio igual que la literatura, donde hay un conflicto y un momento epifánico, esto es, una revelación, un instante excepcional que cambia las cosas, marcando un antes y un después en el personaje.
Ambientación
La escritura también es tiempo y espacio. Sin ambientación, sin un lugar que podría ser cualquier parte o ningún sitio, los relatos no existen. Hay novelas en las que el lugar en que transcurren es fundamental, es un personaje más. Por ejemplo Barcelona en “La ciudad de los prodigios” de Eduardo Mendoza, París en “Rayuela” de Cortázar, Nueva Orleans en los relatos de Kate Chopin o la América rural sureña de la obra de Flannery O’Connor. En otras ocasiones, el espacio no es una ciudad o una zona reconocible, sino un lugar universal que podría ser cualquier parte. Por ejemplo, en mis relatos de “Nido ajeno” los espacios importan solo como una extensión de los sentimientos de los personajes o como metáfora de un estado de ánimo. Extraigo la esencia que puede tener un pueblo o un paisaje para transformarlo en algo universal, que cualquiera podría reconocer, pero sin decir nunca dónde ha sucedido. La ambientación de mi relato “En su boca” es la bahía de Cádiz; en “El viento del norte siempre trae lluvia” todo el conflicto sucede en el barrio de Salamanca de Madrid; en “Un ascensor en la colina”, aunque los lectores piensen que es Valparaíso, Chile, realmente el escenario surgió después de un viaje a la decante Oporto. Cualquiera de las ambientaciones son válidas siempre que sean acordes con la historia: mientras la primera requiere de una mayor documentación si no conoces el lugar, la segunda necesita una mirada distinta que convierta lo local en universal. En ambos casos, lo más interesante es poder viajar y/o vivir en el lugar que sirve de telón a tu relato.
Trucos para aprovechar el viaje en tu escritura
– Lleva siempre un cuaderno encima: no sé a ti pero a mí las “mejores” ideas se me ocurren en los momentos más insospechados. Y ya se sabe que “la peor tinta es mejor que la mejor memoria”. Anota todo aquello que te llama la atención: una conversación que escuchas en un autobús o en la barra de un bar, los nombres de lugares curiosos, los sentimientos que te inspira una cala desierta en Mallorca o una plaza en el centro de Varsovia. También es muy útil la aplicación de “Notas” del móvil que luego puedes copiar y enviarte los textos al ordenador.
– No subestimes los desplazamientos cotidianos: en ciudades como Madrid, ir y volver del trabajo te puede suponer unas dos horas diarias. Si vas en transporte público, además de leer, puedes aprovechar para poner en orden todas las notas y apuntes que has ido tomando, para describir el carácter de un personaje o para, lo que más me gusta, fijarte en los otros viajeros e inventar sus vidas. ¿A dónde irá la chica de los ojos verdes y las botas militares? ¿En qué trabaja el hombre de las gafas que va leyendo un ensayo político?

– Consulta mapas: lo reconozco, soy una friki de los mapas. Uno de mis sitios favoritos es el Archivo General de Indias de Sevilla con sus cartas de navegación que iban dibujando el planeta según se descubrían nuevos territorios. Me encantan los mapas en papel y siempre que visito una nueva ciudad, procuro ir a la Oficina de Turismo para hacerme con uno. Visualmente te permiten trazar el recorrido por las calles donde se moverán tus personajes, marcar las distancias entre puntos de la ciudad o conocer las fronteras naturales como ríos, lagos, montañas… Si hay un mapa que me vuelve loca, ese es el laberíntico de Amsterdam.
– Déjate llevar por las sensaciones: la escritura tiene mucho que ver con la mirada, con la forma en que cada uno tenemos de enfocar un detalle arquitectónico, una playa, un campo nevado, una bandada de golondrinas… Abandonarse a un paisaje es conectar con las emociones de ese lugar y con las tuyas. Escribe lo que te hace sentir y déjalo que duerma como material descriptivo hasta que decidas la manera en que lo vas a utilizar en tu historia. Incluso puedes hacer este ejercicio mientras paseas por la ciudad o el pueblo en el que vives. Aunque hayas pasado mil veces por esa calle, seguro que si lo haces de forma consciente, encontrarás un nuevo punto de vista. Yo a veces paseo como una “guiri” por Madrid, voy como una turista sorprendida por el centro a pesar de que llevo viviendo en la zona 14 años.
– Escribe durante y corrige después: decía unos párrafos más arriba que el viaje es siempre acción. Psicológicamente ese movimiento nos hace avanzar también en la escritura. Los desplazamientos son el momento idóneo para darle vida a la trama o construir los diálogos. Cuando paramos o volvemos del viaje, es más útil escribir descripciones sin acción o corregir lo escrito. Y como todo en la escritura, este truco no es ciencia cierta y a cada uno nos funciona una forma de actuar en función de nuestra manera de ser.
Como lees, son consejos sencillos que puedes aplicar incluso en tus viajes cotidianos. Espero que te sirvan si estás en pleno proceso de construcción de una novela, libro de relatos, ensayo, etc…y si sientes que necesitas una ayuda extra, aquí tienes toda la información sobre mi servicio de asesoramiento literario.
2 responses on "Los viajes como material de escritura y trucos para aprovecharlos"
Acabo de leer un libro de viajes y aventuras, y también amores, que aplica muy bien todo lo que dices. Se trata de “De Ejecutivo a trotamundos”. Amores y tragedias de París al Himalaya.
¡¡Hola Ángel!! No lo he leído, lo buscaré. Muchas gracias por la recomendación y el comentario 📚😃