Cuando escribimos estamos compartiendo un código (el lenguaje), que es el vehículo que vamos a utilizar para contar esa historia. Ese vehículo puede tener varias velocidades, puede avanzar a empujones, puede usar tracción manual o puede deslizarse por la carretera sin que el viajero se dé cuenta de quién lo está llevando y se dedique tan solo a disfrutar del paisaje.
Como autores, podemos manejar la velocidad de lectura, no solo la de la historia que estamos contamos, sino con la sintaxis y las palabras que utilizamos para ello. El ritmo de una historia no solo se refiere a la sucesión de acciones, ni a la aparición de personajes, ni a finales precipitados. Se trata más bien de que el lector nos acompañe y que se sumerja en el mundo que vamos a crear para él.
En este vídeo-post te hablo de los tres niveles de ritmo narrativo y cómo crearlo en tus historias.
1. Ritmo fónico
Se refiere a la musicalidad y la repetición de palabras. Aquí entran las famosas cacofonías. ¿Qué son? Sonidos desagradables que se crean por la combinación de fonemas o de palabras que provocan una rima o un efecto indeseable. Por ejemplo: “Sacó del cajón un camisón fabricado en rayón”. La frase no está mal escrita ni es incorrecta, pero no produce un efecto deseado porque al lector probablemente le suene mal y tenga que volver a leerlo. Le habremos sacado de nuestra historia y eso es lo último que queremos.
Podemos hacer rimas premeditadas en la prosa para conseguir un cierto efecto o una repetición, pero las cacofonías no responden a este tipo de utilidad. El truco está en leer tu texto en voz alta y escuchar el ritmo de tus palabras: bien anudadas, tienen la misma composición que una creación musical. Si algo desentona, lo puedes cambiar. Por ejemplo, pasar al plural alguna de las palabras, utilizar sinónimos o cambiar el orden de las palabras o de los sintagmas para alejar los términos conflictivos entre sí.
2. Ritmo sintáctico
Se refiere a la cadencia y construcción de las frases. Evita construir frases innecesariamente largas. Si construyes tus textos con frases laberínticas, es probable que te pierdas por el camino, cometas algún error o que el lector no sepa lo qué has querido decir con tanta floritura. Primero, practica el ritmo y más adelante puedes probar variaciones. Empieza combinando frases cortas y largas.
Tampoco es conveniente escribir todas las frases con la misma estructura: sujeto-verbo-predicado. Porque caerás en la monotonía y el lector se dará cuenta. Desordena la estructura común, pero hazlo con premeditación: estudia cómo suena y si se entiende todo lo que quieres expresar.
Por ejemplo, 1ª opción: Carmen sacó las llaves del bolso. Ella vio que su marido la estaba observando. Se acercó hacia él. 2ª opción: Al sacar las llaves del bolso, Carmen se dio cuenta de que su marido la estaba observando y se acercó hacia él.
El truco está en imprimir tu historia y usar un boli rojo. Al leerlo en voz alta, con el tono y el ritmo que tú crees que debe tener, anota las correcciones sobre las frases a cambiar en el margen. Y utiliza la palabra exacta. Tenemos un léxico muy rico y esto nos evita tener que dar largas explicaciones. Por ejemplo, 1ª opción: Aquel hombre que se dedicaba a criar abejas para conseguir la miel de sus panales se acercó al barranco sin miedo. 2ª opción: El apicultor se acercó al barranco sin miedo.
Conociendo el término exacto, puedes jugar con el ritmo que imprimes a tus frases. Si no tienes mucha técnica narrativa, evita párrafos de varias líneas sin punto, porque es muy complicado mantener la atención del lector escribiendo de este modo,
3. Ritmo narrativo
Todo lo referente a la extensión y contenido de los párrafos, y de la historia en general. Es cierto que cada pasaje de una obra necesita un ritmo determinado que lo marcan frases más cortas y directas, o más largas y descriptivas. No es lo mismo escribir una escena de acción, que describir sentimientos o ambientar una escena, pero todo esto se puede crear de la forma más adecuada sin caer en los excesos.
Si se abusa de las subordinadas sin saberlas manejar bien, el texto se alarga y el lector se pierde. Las frases concisas son las más adecuadas para describir acciones porque imprimen velocidad al texto, pero si abusas de ellas, creas una lectura entrecortada y eso también es molesto.
El relato marca un ritmo corto y ágil a través de las frases; la novela, a través de los párrafos. Dependiendo de lo que estás escribiendo, los párrafos serán más largos o más cortos. Como si se tratara de un mar en calma o embravecido, tú marcas la cantidad de oleaje que le llega al lector. Debes dejarle periodos de descanso en los que coger aire, pero sin que pueda secarse del todo.
Intenta variar de estilo manteniendo el tono de la obra. Por ejemplo, alternar estilo directo e indirecto, dar un descanso con una descripción tras una escena de acción…
Es importante que una vez terminada tu historia, busques un buen lector profesional que opine sobre ella. Tú, como creador, puedes tenerlo muy claro en tu cabeza y, por supuesto, no te vas a aburrir de tu propia narración, pero tener un punto de vista ajeno es fundamental para saber si fluye como deseas.
Ahora dale al play si quieres más detalle sobre cómo darle ritmo narrativo a tus historias. Y déjame un comentario aquí o en mi canal de YouTube si tienes alguna duda o consulta.
Espero que este vídeo te sirva de utilidad y muchísimas gracias por verlo.
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